Tendencias de cine

Tendencias de cine

Comprender las tendencias es comprender la multitud de decisiones individuales que las componen. Mucho más allá de los diseñadores de prét-à-porter, hay figuras clave que han influido en nuestros armarios y en el subconsciente colectivo. Quizás no lo sepas, pero las películas y las series de televisión condicionan tus gustos más de lo que imaginas.

Hagan la prueba. Pregúntense ustedes mismas o, en el caso de los hombres, plantéenselo a su mujer. Cierren los ojos. Imaginen el hombre de sus sueños, no ese con el que desean quizás casarse, o vivir un apacible futuro. Ese que desagarra su pasión más carnal. Empiecen por abajo ¿Qué lleva puesto? Jeans, ¿verdad? ¿Y más arriba? Una camiseta blanca. ¿Encima? Venga, láncense. Una cazadora de cuero, ¿cierto? Voilà. Esa es la imagen de Marlon Brando en Rebelde, el film de Laslo Benedek que protagonizó en 1954, una imagen poderosamente sexual que aunque muchos no sepan de qué película procede, es parte de nuestro subconsciente colectivo.

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Las tendencias son tendencia, valga la redundancia. Y, mucho más allá de lo que muchos sospechan o pueden recordar, el cine lleva prácticamente un siglo influyendo en el mundo de la moda, un camino al que luego se ha sumado la televisión.

El cine y la moda promueven deseo. Más que un producto, venden algo intangible, al igual que la publicidad. Su influencia es poderosa, como la alegoría urbana futurista Metrópolis, de Fritz Lang (1927). La hermosa María, interpretada por Brigitte Helm, y su robot, con hombreras de metal y cintura entallada, protagonizaron, simbólicamente, la colección de Nicholas Ghesquiere para Balenciaga de la pasada primavera 2009.

Las influencias del cine en los desfiles y las colecciones de diseñadores y firmas streetstyle se remonta a los años de Marlene Dietrich en la gran pantalla. Ahora bien, ¿desde cuándo son palpables estas influencias?

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Hollywood, 24 de marzo de 1949. 21ª edición de los premios Oscar. Había nacido una nueva categoría: Mejor diseño de vestuario ¿El ganador? Hamlet, en la sub-categoría de blanco y negro, y Juana de Arco, en la de color. Resulta increíble que hasta mediados del siglo pasado no se diese importancia al vestuario, cuando ahora el cine y la televisión son a diario propulsores de tendencias. Sin embargo, hacía falta un ingrediente clave: el nacimiento de la sociedad de consumo. Como explica el sociólogo Guillaume Erner, las tendencias aparecieron durante el período denominado “Los treinta gloriosos”, entre 1946 y 1975, debido al nacimiento del consumismo: “Esta sociedad de consumo no se resumía en un sistema económico, sino que también delataba las nuevas expectativas del individuo. Siguiendo el modelo de Madame Bovary, el hombre moderno se caracteriza por la infinitud de sus deseos, el espacio que separa permanentemente sus anhelos de sus posesiones verdaderas. Esa necesidad compulsiva de novedad engendra apetitos inéditos, constituye una nueva sociedad, la sociedad de las tendencias”.

La democratización de la moda

La década de los sesenta constituye un periodo bisagra. El panorama de la moda cambia completamente de rostro. Nacen las primeras marcas de prét-à-porter, como Cacharel o Daniel Hechter, la moda se difunde en las incipientes boutiques y, por primera vez, es el comercio y no los creadores quienes dictan los caprichos de la moda. Dos mujeres protagonizan ese momento de cambio: Maïme Arnodin y Denise Fayolle. En 1968 crean la primera agencia consultora de moda, bautizada con el nombre de Mafia. “En su origen, se trata ante todo de crear cuadernos de gamas de colores, destinados a los fabricantes que tenían que reaccionar a la moda en un plazo cada vez más breve. Su lema ‘Lo bonito al precio de lo feo’ traduce su voluntad de democratizar la moda”, explica Erner. En la década de los setenta verán la luz otros estudios de estilo, conscientes de la influencia cada vez mayor de las tendencias y de la franja de edad que de forma natural va asociada a ella: la juventud.

La moda de masas, nacida en esos sweet sixties, fue posible gracias a la evolución de los medios de comunicación y de producción. La distancia que separa a los jóvenes urbanos de los rurales se difumina. Como señala Edgar Morin, “unos y otros escuchan la misma música, realizan las mismas actividades de ocio, afirman la ruptura con el modo antiguo en beneficio de la moda”. Ya no hay un vestuario distinto para los días laborales y otro para el fin de semana. La coquetería se instaura tanto en los chicos como en las chicas. Es la época de los yeyés y la cristalización de una identidad adolescente.

Branchés, el origen del Director de Arte y el estilista

En los setenta nacen otras figuras clave, los llamados en francés “branchés”, esos individuos que se encuentran en el origen de las modas y cuya influencia ya no está limitada a pequeños grupos. A veces, como ocurrió con Andy Warhol y su revista Interview, se dirigen a todo el planeta. Estos emprendedores de moda difunden las noticias a través de tiendas, programas de televisión y prensa especializada. No hablamos pues de vanguardias, sino de una difusión rápida entre un amplio público de prácticas o de estéticas que anteriormente estaban reservadas a un estrecho círculo.

Los “branchés” son el origen de los Directores de Arte, los estilistas y los coolhunters actuales. Más que los grandes diseñadores, son precisamente estas tres figuras las que provocan la permeabilidad entre el cine y la moda. Los Directores de Arte de las grandes revistas insertan imágenes en el imaginario simbólico de la sociedad a través de los editoriales de moda. ¿Quiénes asisten a los desfiles de moda? Muy pocos ¿Cuántos leemos u ojeamos revistas? Millones. Estos Directores de Arte acostumbran a buscar su inspiración en el cine, acordando posteriormente con un fotógrafo escogido cómo se realizará ese editorial, buscando la luz de esa película, la textura de ese cortometraje, el look de tal o cual actriz. Como explica Maya McCarthy, investigadora de tendencias visuales y coordinadora externa del departamento de Fashion Styling del Istituto Europeo di Design (IED), “a veces el Director de Arte simplemente coge la luz de una película, de forma que la gente no reconoce el film del que procede. Hay un proceso inconsciente de inculcación. Por ejemplo, sobre Cleopatra hay más de un film en la historia del cine. Sin embargo, cuando pensamos en Cleopatra todos tenemos en mente el look de Elizabeth Taylor en la película de Joseph L. Mankiewicz de 1963. La mayoría de gente no ha visto esa película, ni tan siquiera sabrá que la actriz era Elizabeth Taylor, pero si asociará Cleopatra a esa imagen. Y eso se debe a los centenares de editoriales de moda y anuncios publicitarios que han explotado esa imagen. En 2007 el diseñador Alexander McQueen y MAC crearon una línea de maquillaje inspirada en la tendencia egipcia representada por la enigmática Liz”.

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Los ejemplos son prácticamente infinitos. La historia del cine es un manantial de salud para la moda. Lo más sorprendente es que la sociedad desconoce esos iconos de los que nacen las tendencias. “A veces hay que retroceder mucho más de lo que pensábamos. Todos creemos que la imagen popular de Lolita, esa púber vestida con un Babydoll chupándose el pulgar, procede de la película de Kubrick basada en el libro de Nabokov. Sin embargo, antes de este film de 1962 hay otro: BabyDoll, de Elia Kazan (1956)”, nos indica McCarthy. De esa película y de la interpretación sublime de Carroll Baker nace la imagen popular de Lolita e incluso el nombre de la prenda, el BabyDoll, un vestido que además implica un principio indumentario liberador y un cambio de papeles: la madre que se viste, que se quiere vestir como su hija.

La influencia del cine en el vocabulario tiene otro ejemplo: Rebecca, de Hitchcock. La fina chaqueta de botones que hoy todos conocemos como rebeca fue bautizada con este nombre cuando Joan Fontaine la llevó en la película del mismo nombre de 1940. A veces no hace falta que haya un cambio idiomático. Si hablamos de gabardinas enseguida nos viene a la cabeza Humphrey Bogart en Casablanca, un little black dress evoca a Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes… Es la película, en la mayoría de casos, la que aporta un estilo determinado a la prenda en sí. Es el caso de los famosos guantes largos que lucía Rita Hayworth en la película Gilda de 1946, que han pasado a conocerse como guantes estilo Gilda. Los pantalones de campana, combinados con camisas de interminables cuellos, se popularizaron a raíz del personaje Tony Manero, interpretado por John Travolta en Fiebre del sábado noche. Y, ¿qué decir de las chaquetas de cuero negro combinadas con gafas de sol? Denle una vuelta. Matrix, ¿verdad?

“En algunos casos el origen de un look se conoce perfectamente, pero en muchos otros no, es algo que simplemente se graba en nuestra mente, inmersos como estamos en una omnipresente cultura visual”, remarca Christina Bifano, diseñadora textil y coordinadora de los cursos de coolhunting del IED”. ¿Cuánta gente ha visto Bonnie & Clyde, o la serie Los Ángeles de Charlie? Sin embargo, hay simplemente poses que se han repetido hasta la saciedad y que forman parte del imaginario colectivo”, añade. La imagen de Marilyn Monroe con el archiconocido vestido blanco que se levanta sensualmente por el efecto del aire que sale del escape del metro apenas aparece en la película La tentación vive arriba (1955). Es una imagen de la première del film, pero la mayoría no lo sabe.

El aura de posesión

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La influencia puede ser, pues, muy sutil. Los Directores de Arte y fotógrafos se inspiran en las películas para sus editoriales y, especialmente, lo que buscan es ese poder voyeurístico de las escenas, de sus personajes. Así ocurre con la imagen del fotógrafo situado prácticamente encima de la modelo de Blow Up, de Michelangelo Antonioni. Si bien en la película el fotógrafo interpretado por David Hemmings se sitúa enfrente de sus modelos, en el póster de la película ocupa un lugar de posesión sobre Veruschka von Lehndorff. Esa aura posesiva es la que “vende”, la que “atrapa” al lector o espectador, por eso, de forma sutil o declarada, aparece muy a menudo en las revistas y en la publicidad.

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Si hasta ahora, con la excepción de la serie Los Ángeles de Charlie, nos hemos referido solamente al cine, no podemos pasar por alto que la pequeña pantalla ha ido también desgranando influencias, convirtiéndose en la actualidad en un motor de tendencias mucho más veloz de lo que imaginamos. Los diseñadores de moda se han rendido ante la estética de series como Sexo en NY, Gossip Girl y Mad Men. Es el caso de la colección de Prada para este invierno 2010. En el desfile, todas las modelos parecían Peggy, una de las protagonistas de la serie ambientada en los años del despegue de la publicidad en Nueva York, Mad Men, con vestidos con corte en la cintura, pecho encorsetado y altos moños: la moda de los sesenta.

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Esta influencia preponderante de las series de televisión tiene su punto álgido en los años noventa con las aventuras de Carrie Bradshaw y sus amigas en Sex and the City. En esta serie, y sobretodo en su salto a la gran pantalla, los looks son los verdaderos protagonistas. En Sex and the City 2, Sarah Jessica Parker en su papel de Carrie cambia de vestido en más de 40 ocasiones. Las protagonistas de estas historias se han convertido no sólo en iconos de moda, sino en verdaderas marcas.

Las firmas de streetstyle aprovechan su capacidad superior de reacción a las tendencias para sacar colecciones a la calle cuando una serie o movie alcanza gran popularidad. Como explican desde el departamento de prensa y comunicación de Blanco: “Las cadenas de tiendas que trabajan con sistemas de producción ad hoc tienen fundamentalmente una altísima capacidad de reacción en cuestión de producción y distribución (logística). Esto permite que las colecciones puedan refrescarse en tienda en cuestión de quince días y que se puedan introducir nuevas tendencias sobre la marcha”. Es lo que se llama el método del circuito corto: dado que la previsión en materia de tendencias es arriesgada, un método seguro consiste en retomar las tendencias que ya se han impuesto. El éxito de las cadenas de ropa se ha construido gracias a este enfoque.

Quiero ser Blair Waldorf

Aunque el presupuesto para vestuario es mucho más alto en cine que en televisión, la repercusión de las series es cada vez mayor, debido a que están más tiempo en antena. Un personaje clave para las adolescentes es la protagonista de Gossip Girl, Blair Waldorf. Esta niña pija que siempre está tramando artimañas para no dejar de ser la reina del Upper East Side de NY, influye mucho en el estilo de las adolescentes de todo el mundo y, consecuentemente, en las marcas que tienen allí su target. “Quizás Mad Men no es la serie más influyente para nosotros, pero otras como Gossip Girl sí que han generado ideas para proponer estilismos tanto en nuestros escaparates como en el interior de nuestras tiendas”, explican desde el departamento de prensa y comunicación de Blanco. ¿Las chicas quieren ser Blair o solo les gusta el personaje? “No creo que las personas se inspiren en el personaje en sí mismo, sino en su estilo y su forma de vestir”, afirma Catarina Midby, coordinadora de tendencias de H&M. Lo mismo opinan en Blanco: “La gente necesita soñar y dar rienda suelta a la imaginación, todos tenemos anhelos aspiracionales que en ocasiones nos hacen sentirnos mejor. La moda es, sin duda alguna, una de las formas de expresión que más libremente permite hacer esto y por eso la gente disfruta recreando estilismos o reinterpretándolos de forma personal”. En cambio, Berta Álvarez, estudiante de Relaciones Públicas y Publicidad de 22 años, afirma: “Yo quisiera ser Blair, su asertividad, su tenacidad. Su vestuario es, muchas veces, su mejor arma”. Lo mismo opina Claudia Martínez, recién licenciada en Medicina, de 24 años: “Yo me identifico con Serena, su inocencia, su desparpajo y su dependencia emocional”. Serena y Blair son verdaderas marcas por sí mismas: polos, blazers, faldas plisadas, stilettos, cintas en el pelo. A través de la web cwtv.com, las adolescentes de todo el mundo descubren los looks de sus heroínas con sus correspondientes marcas y precios. Las firmas de moda casual ofrecen alternativas a las prendas de precios imposibles. Así, Carlota Escudé aprovechó su último viaje a NY para acercarse a los famosos almacenes Bloomingdale’s. En ellos existen corners especiales con looks inspirados en Mad Men. “Conseguí un vestido rojo entallado como el de Joan Holloway”, afirma ilusionada.

Impacto en el mercado

El fenómeno continúa. Las películas y series inspiran también la decoración de interiores y la gastronomía. Es el caso de Deseando Amar, de Wong Kar-Wai, que puso de nuevo de moda el papel pintado para las paredes del hogar, y Marie Antoinette, de Sofia Coppola, que ha convertido las galletas de Ladurée, conocidos como macarons, en un hit en todo el mundo. Las tendencias nos acompañan siempre en todos los ámbitos de nuestra existencia. Del hogar a las vacaciones, pasando por nuestros armarios e incluso los bailes. Cada ámbito conoce esta colisión entre las elecciones individuales y los gustos colectivos. El cine y la televisión, con su capacidad de renovación constante, son la guinda del pastel.

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Credits: publiqué una versión de este artículo el 19.02.2010 en Estilos de Vida (ES), suplemento semanal de La Vanguardia

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