¿Quieres casarte conmigo?

¿Quieres casarte conmigo?

“Caminamos juntos, cada uno abstraído en sus pensamientos. Olvidé dónde estábamos e incluso qué hora era. Tú te acercaste, me acariciaste el pelo y me cogiste la mano; sé que me cogías la mano y que me hablabas en voz baja. De pronto tuve la sensación de que era perfecto, que no se podía añadir nada a aquella felicidad o satisfacción. Era todo lo que había y todo lo que podía haber. Lo mejor de todo se había condensado en ese instante y no podía ser otra cosa que amor” (Hanif Kureishi).

El mundo es un pañuelo. Sin embargo, hay veces que ese pañuelo se convierte en laberinto. Te cruzas con alguien en numerosas ocasiones, le admiras desde la distancia, sigues sus pasos, oyes que pronuncia su nombre otra persona a quien reverencias, sus creaciones te clavan puñales en el corazón y te hacen cuestionarte lo que te rodea. Es así, resulta perturbador que nuestras ilusiones sean a menudo nuestras creencias más importantes. Luego, cuando crees que esa adoración platónica seguirá siendo eso, platónica, ves a ese maestro, a ese héroe o heroína sentado en la primera fila de un concierto de un buen amigo tuyo y te dices “hoy le hablo”. “Hoy me presento”. Pero la timidez te vence, una vez más. Luego, en casa, con una taza de café en la mano, te conectas a Facebook y piensas: “al carajo, ¡yo le escribo!”. Odio a Mark Zuckerberg, pero tengo mucho que agradecerle. Las redes sociales me han permitido, igual que Google, conocer a personas a las que admiro, charlar con ellas, entrevistarlas y luego, zas, poder teclear estos posts. Tanit Plana, voilà, mi semidiosa fotógrafa, me respondió enseguida y en menos de una semana estábamos sentadas en una cafetería charlando sin parar, gesticulando, viendo como sus ojos sonríen contando sus proyectos.

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Pero rebobinemos. Tanit entró en mi vida con una serie de fotografías crudas y generosas de sus abuelos en una residencia, con las que ganó la beca Fotopres 2001.

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Luego vino su exposición individual en el Fotoespaña 2003 y, después, las publicidades que me asaltaban en paradas de autobús y en páginas de periódico: Ikea y, especialmente, el Visc(a) Barcelona, que, en mis tiempos trabajando en Relaciones Públicas y Publicidad, me citaron en numerosas ocasiones como un trabajo brillante, de entusiasmo contagioso… A mí, sentada esperando el bus, me generaba ira, perturbación. Vivo en una ciudad en la que parece que los políticos se preocupen más del turismo que de los que vivimos aquí y eso me indigna. Y lo que es más, cuando vivía en el extranjero me di cuenta que en Barcelona y en España en general vamos de guais, pero no lo somos, mientras que los escandinavos, los alemanes…. no van de eso, de guais, pero sí lo son, apostando por el arte joven, por las políticas sociales, por ciudades para sus ciudadanos…

Todo eso, a mi regreso a Barcelona, insuflaba la intensidad de mi espíritu y mi verborrea frente a mis amigos con discursos de izquierdas en los que saltaba, aparecía, la imagen de la publicidad de Tanit. Puro concepto, arte conceptual, que a cada uno le puede provocar muchas reacciones, en función de su pasado, sus sueños, su ideología. Y que quede claro, estoy muy orgullosa de ser de dónde soy. Vivan ustedes en Bélgica y volverán a casa con una sonrisa en los labios.

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Tanit apareció de nuevo en mis manos al abrir el disco de La Banda Municipal del Polo Norte. Fotos en una playa a las 5 de la mañana. Volvió a paralizar mi retina cuando salió en el programa Silenci? contando sus influencias, sus películas fetiche, sus nuevos descubrimientos musicales y en materia de ropa.

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Y luego llegó EL PROYECTO. La acción participativa Para siempre, con la que ha sacado fotos y ha grabado vídeos de mujeres de todas las edades con los vestidos blancos con los que se casaron. Tanit me contó anécdotas de lo más divertidas: mujeres de 50 años que salían de casa con el vestido y un grueso abrigo encima para disimular, chicas y mujeres con vestido de novia comprando en el supermercado, caminando por el bosque. ¿Y, todo esto, para qué? ¿Con qué fin? Muchos se lo preguntarán. Pues claro y contundente: poner sobre la mesa esa paradoja de las mujeres, el sueño de ser una princesa, de casarnos y vivir un cuento de hadas, contrapuesto a la rutina, a la voluntad de independencia, a la lucha por los mismos derechos que los de los hombres, a ser seres individuales, sin necesitar a nadie más que a nosotras mismas para ser felices, a las historias de amor que terminan en tragedia.

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La fantasía es un arma poderosa. A mí, personalmente, me causa estragos y frustraciones. Creo que he desestimado relaciones amorosas porque no eran como ese sueño que yo tenía. Sigo esperando encontrar a esa alma gemela que me llame y me diga que está debajo de mi casa con un coche. Que nos vamos a Nueva York y allí alquilamos un coche para cruzar EEUU como en On the road, durmiendo en moteles baratos, comiendo hamburguesas grasientas, escribiendo en pequeños escritorios que cojean y luego montar un pequeño negocio de pasteles en San Francisco, en una colina, y vivir la vida bohemia de escritora que siempre he soñado. Créanme, eso, en realidad, no funcionaría. Después de una boda descalza en un parque americano bajo la luz de la luna y con batidos de fresa como champán, ese chico y yo nos mataríamos, porque si resulta ser como yo, puro torbellino, no nos soportaríamos y volvería al cabo de dos días a casa para seguir con mi vida tranquila, que es la que me conviene y la que en el fondo me pertenece y me hace feliz.

Pero sueño con que se me declaren, con que me digan que soy bella y yo, al minuto siguiente, pueda replicar: “Oye, que no soy sólo una niña mona ¡Soy muy culta!” Quiero casarme de blanco, con un traje de segunda mano, por lo civil o ni eso, pero sí sueño con llegar a casa a menudo y encontrarme flores, libros convertidos en lámparas, poemas en post-its…. Malditas películas, malditas canciones, maldita poesía que ha hecho que muchas mujeres soñemos tanto que vivamos en la continua encrucijada de querer ser autónomas, sin ataduras, y al mismo tiempo vivir happy ever after junto a ese príncipe que jamás se convertirá en rana. Y si lo es, vuelta a empezar. Como dicen Bishop Allen, “if at first you didn’t choose right, choose again”.

Esta desconcertante mezcla de ternura y reivindicación es lo que explora Tanit con esos vídeos y fotos que se pudieron ver en el CaixaForum de Tarragona. Porque, en el fondo, me encanta ver como las amigas de mi madre vuelven a creer en el amor tras el divorcio, me gusta ver que esas chicas que abandonaron el instituto para ser amas de casa ahora curran y estudian de noche, y tienen citas, y si hace falta, venden sus vestidos de novia por eBay. Fuera tabúes, fuera Hollywood… o God save Hollywood. Véanlo, reflexionen y me cuentan ¿Sí?

 

Credits: publiqué una versión de este artículo el 12.12.2010 en Go Mag, portal de música independiente y cultura urbana

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