Bocados de cine

Bocados de cine

El cine ha tenido influencia en las tendencias y hábitos gastronómicos de la sociedad, creando un universo propio donde la comida deja de ser un elemento de atrezzo para convertirse en protagonista.

Charles Chaplin saca brillo a un plato mientras espera a que la cocción que prepara esté en su punto. Pero de la olla humeante no saca un caldo con carne, vegetales o cualquier otro ingrediente que se pueda esperar, sino una bota negra que el genio del cine mudo trocea y degusta como si de un manjar se tratase. La escena pertenece a la película La quimera del oro, estrenada en 1925 en Estados Unidos, y es un icono de la relación entre el cine y la gastronomía. En los inicios del séptimo arte, la comida se integró como un elemento del paisaje cotidiano e incluso adquirió nuevos usos. ¿Quién no recuerda alguna escena en la que cualquiera de los personajes recibe un tartazo en la cara? Hay que remontarse a 1909 cuando por primera vez se empleó este recurso cómico en la película muda Mr. Flip, protagonizada por Ben Turpin, al que luego se sumarían una larga lista de actores y actrices, víctimas de la agresión más dulce que el cine ha inmortalizado en muchas películas.

La cocina ha formado parte de las historias del celuloide desde su origen, cuando los hermanos Lumière filmaron en 1895 a un bebé comiendo, según explica Sergio Negrín, director del Festival Internacional de Cine Gastronómico Ciudad de La Laguna (CineEsCena): “En los inicios del cine, la comida era más bien un elemento accesorio. A partir de 1935, con la llegada del color, su presencia se incrementa y es en los 80 cuando adquiere mayor protagonismo”.

El placer, el deseo, el hambre y las relaciones humanas son algunos de los temas que el séptimo arte ha relacionado frecuentemente con la cocina. Desde la hambruna en épocas de depresión o la opulencia en la aristocracia, la cámara es un espejo de la vida. Para Xabier Gutiérrez, cocinero del restaurante Arzak y autor del libro Cocinar de Cine, escrito en colaboración con su hermano, el cineasta Juan Miguel Gutiérrez, el séptimo arte bebe de la realidad y generalmente refleja lo que sucede: “En algunos casos puede haber películas que hayan influido en nuestra forma de comer o al revés, la influencia es recíproca” añade.

Una realidad tan amplia como la lista de películas donde la comida tiene un papel relevante y que ayudan a entender el mundo y aprender a comer, en palabras de Daniel Vázquez Sallés, escritor y periodista, autor de Comer con los ojos: “Gracias al cine viajamos a otros países sabiendo qué vamos a encontrar. Igual que nos ha influido en la cultura del fast food, nos invita a comer mejor y a recuperar tradiciones”. Y también plantea hacia dónde lleva la tendencia de lo rápido y fácil: “En las películas futuristas la cocina está desvinculada del placer y lo que prima es la cantidad, ni siquiera se distingue lo que comen los protagonistas” agrega Vázquez.

El menú del cine nos propone una carta llena de contrastes, donde la comida cambia de rol y escenario y que está muy presente en las filmografías de Italia o Francia.

Italia: del hambre al placer
La gastronomía italiana se lleva el palmarés en la gran pantalla. Desde su enfoque más social en el que la comida, o más bien su ausencia, es símbolo de escasez como en Miseria y nobleza, de Mario Mattoli o Rufúfú (I soliti ignoti), de Mario Monicelli, de los años 50; hasta películas de la mafia como El Padrino, en la que sus protagonistas preparan con el mismo detalle una extorsión que la salsa para condimentar la pasta. El deleite por la comida es el elemento común y está en el ADN del país: “Toda la cultura italiana se mueve alrededor de la cocina, incluso los grandes negocios se acostumbran a firmar en la mesa” explica Massimo Pascucci, propietario del restaurante Massimo en Barcelona, quien defiende que “hacer un plato de spaghetti no es sólo hervir la pasta y añadir la salsa, es mucho más y las películas muestran esa realidad”.

Si hay una película que lleva a sus máximas consecuencias el placer por comer es La Gran Comilona (La grande bouffe), una co-producción francesa e italiana de 1973 dirigida por Marco Ferreri y con guión de Rafael Azcona. Los protagonistas son un grupo de amigos que quieren suicidarse comiendo sin límite. La película es un festival gastronómico de platos preparados por uno de los actores, Ugo Tognazzi y a lo largo de su metraje los placeres de la comida y el sexo se mezclan en un cóctel de excesos con momentos escatológicos. La gastronomía italiana también se convierte en protagonista en Deliciosa Martha, protagonizada por una cocinera alemana que ve alterada la monotonía de su existencia con un acontecimiento familiar y la aparición de un chef italiano que comparte con ella la pasión por la comida del país transalpino.

El elitismo de la cuisine
La cocina francesa está tan enraizada en la filmografía como en la cotidianidad de su país: “El cine galo es el único que muestra a una sex symbol como Brigitte Bardot comiendo o comprando una barra de pan” afirma Daniel Vázquez. Las secuencias con personajes alrededor de la mesa son muy comunes y un recurso cuando se quiere tratar una escena de forma realista.

La french cuisine es sinónimo de excelencia, fruto del prestigio de los chefs franceses durante mucho tiempo en opinión de Jean Luc Figueras, responsable del restaurante del Hotel Marcer: ”El cine ha elevado la cocina francesa clásica a una gastronomía burguesa, con banquetes muy elaborados y reservados a una minoría, aunque la cocina francesa es más amplia y accesible ”. Esa sofisticación se plasma en la película danesa El festín de Babette, donde una cocinera francesa prepara un generoso banquete con los mejores ingredientes y una cuidada presentación. El festín acaba convirtiéndose en un elemento de cohesión entre la rígida y cerrada comunidad de vecinos, que se abre y vence prejuicios gracias a las agradables sensaciones que le provoca el ágape.

Parecidos efectos tiene el chocolate que la confitera encarnada por Juliete Binoche sirve en Chocolat, la película de Lasse Hallström ambientada en un pueblo francés donde el cacao y sus aderezos endulzan a los habitantes de una localidad muy conservadora.

La fama de los chefs franceses se refleja en el cine con películas como la dedicada a Julia Child, que popularizó la cuisine en Estados Unidos o al entrañable chef Rémy, una rata que seduce a un exigente crítico gracias a una receta tradicional denominada ratatouille, que da título a la película animada de la factoría Disney.

Hollywood cocina tendencias
En una cartelera dominada por el cine made in USA, es inevitable que sus películas hayan amplificado el fenómeno del fast food. El cine de Hollywood ha sido sin duda el que más influencia ha tenido a la hora de promover hábitos de consumo y nuevas tendencias según apunta Pepe Barrena, crítico gastronómico y autor del libro Comer de cine: “Tomar una copa de vino blanco se ha convertido en un símbolo de seducción en las escenas románticas y ha hecho aumentar las ventas de este producto”. Otro fenómeno similar es el de la película Entre Copas, que impulsó la venta del pinot noir y del turismo enológico.

El sándwich de pastrami, carne ahumada y condimentada, que aparecía en la escena en la que Meg Ryan fingía un orgasmo ante un atónito Billy Cristal en Cuando Harry encontró a Sally alcanzó gran popularidad y elevadas cifras de ventas gracias a la película. Lo mismo sucedió con el shawarma, un clásico del fast food de Oriente Medio, que tras su aparición en Los Vengadores aumentó sus ventas en Estados Unidos hasta un 70%.

España: cocina y costumbrismo
En el cine español, las escenas en torno a la mesa evocan el cine costumbrista de Luis García Berlanga. En Plácido ironizaba sobre la campaña caritativa del franquismo en la que las familias acomodadas acogían a gente sin hogar en la cena de Nochebuena, bajo un explícito lema de “Ponga un pobre en su mesa” que se barajó incluso como posible título para la película.

Almodóvar dio protagonismo al gazpacho en una escena antológica de Mujeres al borde de un ataque de nervios en la que Carmen Maura describe la receta de esta especialidad veraniega, sin revelar, eso sí, la cantidad de somníferos que han dejado profundamente dormidos al resto de protagonistas. Sin embargo, a nuestra cocina aún le falta rodaje en la gran pantalla: “La gastronomía española no ha sabido aprovechar la fuerza del cine para mostrarse al mundo” sentencia Barrena.

La popularidad de Ferran Adrià y los premios internacionales que han conseguido restaurantes y chefs de nuestro país han aumentado el interés social por la gastronomía y el cine no es ajeno a este fenómeno. Festivales como Film & Cook, en Barcelona y Madrid y EnEsCena, en Tenerife, son en un altavoz de la cocina. “El cine es la mejor herramienta para explicar la gastronomía; el material audiovisual ayuda a entender mejor todo el proceso que hay tras una comida en un restaurante de tres estrellas” afirma Verónica Escuer, directora de Film & Cook Festival. En los últimos años, el séptimo arte ha entrado literalmente en la cocina de grandes chefs y podemos ver cómo se elaboró el éxito de El Bulli, el restaurante de Ferran Adrià, en la película El Bulli: Cooking in Progress.

Más allá de Europa y Estados Unidos, el cine oriental nos enseña sus tradiciones en películas como Comer, beber, amar, de Ang Lee, o los secretos de una de sus especialidades más conocidas, el sushi, de la mano de su maestro Jiro en la película Jiro Dreams of Sushi. En América Latina, el realismo mágico de su literatura se mezcla con el erotismo en Como agua para chocolate, del mexicano Alfonso Arau, film en el que la comida canaliza el deseo y atracción que sienten los personajes. Estas películas son ejemplos de los ingredientes y sabores que componen el mapa de la gastronomía mundial y hacen que las historias de cartón piedra sean un poco más reales y sobre todo mucho más deliciosas.

Credits: publiqué una versión de este artículo junto a Cristina Ungil el 2.08.2014 en Estilos de Vida (ES), suplemento semanal de La Vanguardia

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